lunes, 23 de febrero de 2009

El carlismo en el arte de Josep Cusachs y Cusachs

Cusachs i Cusachs [1]no fue carlista, ni siquiera afín al carlismo, es más, luchó en contra de las tropas de Carlos VII. El motivo por el que traemos a Cusachs a nuestras páginas es, precisamente, por su intervención en la Tercera Guerra Carlista, y lo que ello significó en su vida artística.

Cusachs nació el 19 de julio de 1851 en Montpellier (Francia), para residir posteriormente entre los domicilios familiares de Barcelona y de Mataró, cuyos pinares y montañas quedaron impresos en la memoria del joven Cusachs y reproducidos en numerosas ocasiones como decorado para sus escenas militares. Desde joven ya mostró un fuerte carácter, pues sin poseer antecedentes familiares, a los catorce años ingresó en el Colegio Militar de Artillería de Segovia.

En la Escuela de Artilleros hace pública su afición a la pintura colaborando como caricaturista en el periódico que los alumnos cadetes editaban baja el nombre de “el Borceguí”. Esta doble condición de militar y de pintor caracterizó la primera época en su vida artística. Las limitaciones artísticas que como militar tenía (exceso de traslados, falta de libertad y de tiempo…), se ven recompensadas por las experiencias militares que cimentaron su posterior fama como pintor. En los cuarteles, en las paradas militares y en el escenario bélico encontró el campo de inspiración más idóneo para convertirse en el mejor pintor militar español. El cuaderno de dibujo que le acompaño durante la Tercera Guerra Carlista, adquirió con el tiempo una importancia inusitada, pues sus apuntes y dibujos fueron constante motivo de inspiración en su vida artística.

Tras diferentes destinos, el 11 de julio de 1872 marchó con su sección a Gerona y posteriormente a Figueras donde realizó diversas salidas para sofocar las diferentes acciones carlistas en la zona. En la acción de Castell de Mas- Carbós (Gerona) gana el grado de capitán por mérito de guerra.

Cusachs demostró la firmeza de sus principios al solicitar (junto a 300 oficiales del arma de artillería) la licencia absoluta tras el nombramiento como Capitán General de Cataluña del mariscal de Campo don Baltasar Hidalgo de Quintana.[2]

A finales de 1873 se reintegró en el ejército tras las reformas emprendidas por Castelar, a la sazón nuevo presidente de la república. Poco tiempo después su arrojo le hizo acreedor de la Cruz Roja de 1º clase de Mérito Militar (O. de 12 de julio de 1874), por su intervención en los sucesos de Sarriá del 7 al 11 de enero de 1874.[3]

El 15 de marzo se incorpora al Ejército del Norte, luchando contra las tropas leales a Carlos VII. Participó en los combates de Arenillas, Cortes y Montes de Gualdama, y en junio, en la toma de Estella, presenció la muerte del General Concha, obteniendo por estas operaciones la Cruz de 1 clase del Mérito Militar.

El 30 de noviembre de 1874 ascendió, por méritos de guerra, al empleo de Capitán del Ejército.

De nuevo en el frente catalán participó en la toma de Olot durante los días 17 y 18 de marzo de 1875, siendo capitán general de Cataluña Martínez Campos. Igualmente, trasladado a Valencia participó los días 17, 18 y 19 en las acciones de Fuerte Collado que acabaron con su rendición, ascendiendo a comandante.

Nuevamente en el ejército del norte, participó en la toma de Santa Bárbara de Oteiza el 30 de enero de 1876, en la Montejurra el 18 de febrero y en la de Estella el 19 de febrero formando parte de la columna de Primo de Rivera. Por su actuación en la guerra carlista, se le concedió la medalla conmemorativa del levantamiento del “Sitio de Bilbao”, la medalla Alfonso XII y los pasadores conmemorativos a las acciones de Olot, Santa Bárbara y Estella, así como la Cruz Roja de 1ª Clase por su actuación en las operaciones de la Solana, Montejurra y Estella. Igualmente alcanzó la consideración de “Benemérito de la Patria” y la Medalla de la Guerra Civil.

Finalizada la guerra, la monotonía de la vida militar provocó un mayor interés por la pintura, marchando el 12 de junio de 1881 a París con una licencia de dos meses prorrogada por dos meses más. Este primer viaje a París le permite entablar amistad con Detaille, pintor especialista en temas militares.

En este momento Cusachs se planteó la necesidad de dedicarse plenamente a la pintura, y así, en una decisión que parecía arriesgada, abandonó la carrera militar para pasar a formar parte de la más excelsa milicia del arte. En junio de 1882 se le concede la petición de retiro del ejército.

Una nueva etapa parisina hará que amplíe su horizonte artístico, refine su estilo y gane soltura en el manejo de los pinceles.

De este modo, llega una de las fechas más significativas en su carrera pictórica. En 1886 recibe de la casa Editorial Sucesores de Ramírez y Compañía de Barcelona el encargo de ilustrar “La vida militar en España” con textos de Francisco Barado. Esta obra, que significó algo más de 20 meses de trabajo (la terminó en 1889), supuso el encumbramiento definitivo de Cusachs.

La obra que consta de 343 páginas, está formada por los textos de Francisco Barado y por los 264 oleos y dibujos debidos al pincel de Cusachs; a su vez los cuadros están divididos en dos series:

  • La vida del ejército en guarnición.
  • La vida del ejército en campaña.

Si bien es cierto que con La vida militar en España Cusachs adquirió la fama que sus merecimientos artísticos demandaba, no es menos cierto que quizá el éxito de la obra ha posibilitado el encasillamiento del artista entre los artistas militares, eclipsando su calidad como paisajista, como retratista e incluso sus incursiones exitosas en el cartelismo.

Es en esta obra donde se constata la mayor influencia de las vivencias del pintor en las diversas campañas de la guerra carlista. Sus escenas militares encuentran su principal inspiración en el cuaderno de apuntes que le acompañó en todo el conflicto. De igual forma, es en esta obra donde figuran el mayor número óleos y dibujos dedicados a los mandos y al ejército carlista. Sus dibujos nos transmiten lo mejor de Cusachs, su trazo rápido, su riqueza cromática, su gran franqueza en la representación de lo natural. A diferencia del academicismo francés, el español huye de las escenas teatrales, busca la representación del hombre- militar, no del héroe. Esta simpatía por el hombre- militar le lleva a representar con igual dignidad a sus compañeros liberales de campaña, como a sus contrincantes carlistas. Cusachs se nos presente ajeno a toda polémica, ajeno a toda idealización y amante fiel de la realidad.

Este capacidad por comprender a sus modelos y de no enjuiciar, unida a la normalidad de su vida, alejada de posturas bohemias o románticas produjo en su día el rechazo de cierta clase artística, más interesadas en la bohemia que en el verdadero arte.

Con el fin de “la vida militar en España” y su matrimonio en 1889, Cusachs enriquece su temática artística con la representación de asuntos típicamente burgueses como cacerías, representación de amazonas, de lujosos carruajes, representación de carreras de caballos e incluso realización de retratos como los de Alfonso (XIII) o el de la Reina Regente, encargados ambos por el Ayuntamiento de Mataró.

Tras varios éxitos internacionales (en exposiciones de Nueva York, Berlín o París), la muerte le sorprende un 2 de noviembre de 1908, cuando su creación artística no había llegado a su cima.

Ante la figura artística de Cusachs y Cusachs, lo primero que nos sorprende es la normalidad con la que siempre supo vivir. Su voluntario alejamiento de la bohemia típica en su tiempo, y su capacidad para compaginar la vida militar y artística hasta 1882, han provocado la escasez de estudios dedicados a su personalidad. No obstante, su gran categoría artista, y su esfuerzo artístico continuo, posibilitan que un autodidacta como Cusachs sea poseedor de todos los merecimientos para figurar entre los pintores españoles más destacados del siglo XIX.


Carlos María  Pérez- Roldán y Suanzes- Carpegna

[1] Las ilustraciones del presente artículo pertenecen todas ellas a la obra editada en 1889 “La vida militar en España”, con texto de Francisco Baranda e ilustraciones de Cusachs.


[2] De reconocida filiación liberal, Hidalgo intervino en 1866 en la rebelión del cuartel de San Gil de Madrid. El cuerpo de artilleros jamás perdonó a Hidalgo su desafortunada intervención, por lo que los plantes de este cuerpo a la autoridad de don Baltasar fueron numerosos, hasta la final disolución del cuerpo el 7 de febrero de 1873.


[3] 3000 republicanos se hicieron fuertes durante un día en Sarriá, enfrentándose a las tropas gubernamentales tras el pronunciamiento de Pavía el 3 de enero de 1874.

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